¿No le
importa colocarse perpendicular a la cámara, monsieur Atget? ¿De perfil lo prefiere, miss Abbott? Puede llamarme Berenice, monsieur Atget. Claro, como desee, miss Abbott. Sí, le haré una fotografía de perfil, monsieur Atget. ¿Y por qué de perfil? No
sabría decirle, monsieur Atget, ¿por
pudor? No me haga reír, un fotógrafo tímido es como un lanzador de jabalina
manco. Bueno, monsieur Atget, no va a
creerme si le digo que es para que no me vea hacerle la foto, pero puedo
encontrar otro argumento si lo desea. Inténtelo, miss Abbott. Quiero contemplarle mientras mira. ¿Cómo si estuviera
yo haciendo una foto, miss Abbott?
Berenice. Eso mismo, disculpe, miss Abbott,
pero si aguarda un instante busco una cámara. No hace falta, monsieur Atget, eso sería retórico. Es
cierto, miss Abbott. Aunque creo que
la razón es otra, y usted ya la sabe, monsieur
Atget. La luz sobre la manga del abrigo o sobre el ángulo de la nariz, las
sombras en la mejilla, tal vez capturar alguno de los mechones indómitos de mi
cabello. ¿Cómo ha sido capaz de adivinarlo, monsieur
Atget? Ay, miss Abbott, qué gracia me
hace quien mira una pieza y me dice: Conozco esa calle, durante un tiempo la
recorría a diario con un ramillete de gardenias en la mano, ahí tuve una novia,
por sus fotos parece que uno pueda volver a meterse en la calle y en su memoria.
Otros ven realidad donde usted, monsieur Atget, solo ve luz, líneas,
volúmenes, sombras, ángulos y texturas, ¿no es cierto? ¿Por qué no me llama
Eugène, miss Abbott?
El maestro incierto, la discípula
esquiva. Invierno de 1927, París. Miss Abbott
(1898-1991) le hizo aquel día dos fotografías, una de frente, otra de perfil.
Posiblemente las últimas imágenes que se conservan del gesto de monsieur Atget. Después la joven
fotógrafa regresaría a Nueva York y donde ella veía luz, líneas, volúmenes,
sombras, ángulos y texturas hoy he visto ciudad.
En la exposición sobre Berenice Abbott titulada «Retratos de la modernidad» (Casa Garriga Nogués. Fundación Mapfre, febrero de 2019).
Pero los que más me ha emocionado han sido los dos que le hizo a Eugène Atget
(1857-1927), su maestro. Y el mío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario